¿Qué es peor?, ¿La ignorancia o la indiferencia?

Ni lo sé ni me importa

viernes, 26 de septiembre de 2014

¿Quién salta sobre quién?

El otro día decía yo por ahí que es una pena que la gente se siga rompiendo los cuernos en vallas como la de Melilla, pero que algo hay que hacer para contener la avalancha migratoria. Entonces, alguien muy guay y muy sentimental, me dijo que lo primero había que hacer era quitar esas vallas con cuchillas y alambres porque dañan a las personas.

De ahí la conversación derivó hacia la negativa de algunos, que no nos parecía cabal dejar las puertas abiertas de par en par, y los lamentos humanitarios de quienes nos llamaban criminales o cómplices de las muertes y lesiones que se producían en esas vallas.

Y el caso es que estoy hasta los huevos de soportar chorradas, acusaciones de complicidad y lagrimeos diversos, estilo Marco, Heidi y la Casa de la Pradera. Que estoy mayor para bobadas, vaya.

Para que yo me sintiera culpable de las heridas que causan esas vallas tendrían que ser las vallas las que saltasen sobre la gente. Y resulta que no, que las vallas se están allí muy quietecitas y es la gente la que, por su cuenta y riesgo, salta sobre ellas.

Por supuesto que me gustaría que las cosas fueran de otro modo y que la gente no tuviese que marcharse de sus países. Y me gustaría también para mis convecinos, sobre todo los más jóvenes, que también se tienen que marchar. Pero como resulta que no está en nuestra mano arreglar el mundo entero, y a la vista está que ni siquiera arreglamos nuestro país, algo hay que hacer para no ser el asilo de menesterosos del Planeta.

En ese sentido soy partidario, como el que más, de buscar soluciones constructivas, contratos en origen, cuotas migratorias, asilo a perseguidos o lo que sea, pero ceder al chantaje emocional de cuatro majaderos que pretenden jugar con mi sentido de la culpa, no lo voy a consentir. Ya estoy harto de que  tomen por imbécil. Ya son demasiados los que se empeñan en ello.