Nunca debieron sacar a los cantantes de ópera del convenio colectivo de saltimbanquis y titiriteros. Y menos aún a estos otros que no saben música, ni cantan, ni tocan, ni la madre que los parió, y que a fuerza de cantar lo que no es suyo, se las van dando de estrellas.
Hasta los huevos estoy de versiones, de antologías, de remakes y recensiones. ¿Es que los editores de los sellos musicales son tan cobardes, o tan zopencos, que sólo se atreven a poner un duro en lo que ya triunfó una vez?
Ser empresario sin arriesgar es tan cojonudo como ser puta en un país de eunucos.
Y sus patrocinados, peor: van de modelos y lo que venden es la carne, no el sonido.
Tiempos aquellos en que una cantante podía ser fea si tenía buena voz, joder.