Tranquilos, que no voy de conspiraciones, sino de simple análisis. Y eso cosa de la ginebra: se me pasa enseguida:
Cuando acabó la cosa agraria, y el terruño se sustituyó por las fabricas, esos monstruos inmortales donde las sirenas llamaban a los hombres a su perdición (qué sabio era Homero, cojones), se vio que era necesario preparar a los niños para la vida de fábrica.
Y ahí se jodió todo, porque los dueños se dieron cuenta enseguida de que era casi imposible transformar a las personas de más de quince años en buenos obreros de fábrica. Y así, para conseguirlo, se inventó la educación general.
Construida sobre el modelo de la fábrica, la educación general enseñaba los fundamentos de la lectura, la escritura y la aritmética, un poco de Historia y otras materias que se consideraban bonitas, convenientes o edificantes. Esto era lo que estaba a la luz, pero debajo de esto había otra capa,. que era la que de veras interesaba: Se componía en aquel entonces (y manda cojones qué poco ha cambiado) de tres enseñanzas fundamentales: una, de puntualidad; otra, de obediencia y otra de trabajo mecánico y repetitivo. El trabajo de la fábrica exigía obreros que llegasen a la hora, especialmente en las cadenas de producción. Exigía trabajadores que aceptasen sin discusión órdenes superiores. Y exigía hombres y mujeres preparados para trabajar en máquinas o en oficinas, realizando operaciones brutalmente repetitivas.
Así, pues, a partir de mediados del siglo XIX, asistimos a una incesante progresión educacional: los niños empezaban a asistir a la escuela cada vez a menor edad, el curso escolar se iba haciendo cada vez más largo y el número de años de educación obligatoria creció irresistiblemente.
Que sí, que es bueno. Pero no era esa la idea que lo creó.
No era esa...