¿Qué es peor?, ¿La ignorancia o la indiferencia?

Ni lo sé ni me importa

viernes, 1 de noviembre de 2013

Qué bien que bajan los precios

Venga, repetid conmigo: El IPC ha bajado y eso hay que celebrarlo, porque en lugar de esperar nuevas subidas de precios podemos, por una vez, tener la esperanza de que el dinero nos dure un poco más.

La pregunta chunga es, ¿qué dinero? Y eso es lo que nadie se molesta en explicarnos, porque no sólo nos toman por gilipollas, sino que la mayor parte de las veces tienen razón.

No se trata de que vayamos a tener más dinero y más capacidad de gasto porque los precios hayan bajado, sino que los precios han bajado porque tenemos menos dinero y lo que hay en el almacén, o la habitación vacía del hotel, hay que venderla como sea. Y además, son perspectivas de empeorar, porque los precios también se bajan cuando lo esperado es que sigan bajando. ¿O es que alguien vende hoy más barato pensando que mañana podría vender más caro?

Decir que la cosa va mejor porque bajan los precios es decir que vamos a pasar menos hambre porque nos hemos muerto la mitad. En principio suena realista (aunque macabro) pero luego nos damos cuenta de que los que se murieron también producían algo, y entonces no salen las cuentas.

La deflación es la peor pesadilla en la que puede caer un país endeudado como el nuestro. La deflación es un agujero donde cada día se destruye más empleo, o se devalúan los salarios para poder seguir repartiendo el poco trabajo que queda. La famosa deflación interna no deja de ser un recurso comunista: que todo el mundo haga como que trabaja para que a final de mes hagan como que le pagan.

¿Y cómo funciona este asunto? Pues sencillo: si cada día que pasa bajan los precios de lo que vendes, te interesa vender lo que hay en el almacén, pero ni de broma piensas en comprar más, ni en invertir en la empresa, porque lo que obtengas no cubrirá los gastos. Una sociedad en deflación es una sociedad en liquidación, con doce meses al años de rebajas, vendiendo trapos del lustro anterior. Y lo nuevo, ni olerlo, por supuesto.

Los que celebran la deflación lo hacen seguramente porque tienen metido en el colchón un buen fajo de lo que sacaron hace años vendiendo licencias urbanísticas, recalificaciones o pisos. Los que celebran estas cosas es porque están al margen de la sociedad, o viven de ella. Si no, no tienen nada que celebrar.

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